La impotencia del trauma
En el corazón del trauma hay una experiencia de no poder hacer nada para cambiar, escapar o mejorar una situación aterradora. Esta sensación de estar atrapado o indefenso frente a una amenaza es lo que deja una huella profunda en el cuerpo y la mente, y es lo que hace que el trauma sea tan difícil de superar.
1. Falta de Control: El trauma implica una situación en la que una persona se siente totalmente fuera de control. En esos momentos, tu capacidad para controlar lo que está sucediendo es nula. No puedes detener el evento, cambiarlo o huir de él; estás a merced de lo que ocurre. Este sentimiento de impotencia es una parte clave de la experiencia traumática.
2. Incapacidad de Responder: En una situación traumática, el cuerpo entra en un estado de alarma (lucha, huida o congelación). A veces la amenaza es tan abrumadora que ni siquiera podemos movilizar una respuesta efectiva. Podrías querer correr, pero tus piernas no se mueven, o podrías querer gritar, pero no sale sonido. Esa sensación de estar "congelado" es una manifestación de impotencia porque el cuerpo no puede hacer lo que necesita para defenderse.
3. Energía Atrapada: Cuando experimentamos una situación traumática y no podemos completar una respuesta de defensa (lucha o huida)la energía generada por esa respuesta queda atrapada en nuestro sistema nervioso. No poder liberar esta energía se traduce en una sensación persistente de impotencia y parálisis, como si estuviéramos atascados en ese momento traumático.
4. Perdida de Agencia: La agencia es la capacidad de tomar decisiones y actuar sobre ellas. En el trauma la persona llega a sentirse tan impotente que pierde la sensación de tener control sobre su vida o su cuerpo.
5. Respuestas de Inmovilidad y Congelación: Estas respuestas son respuestas biológicas a la amenaza extrema donde la lucha o huida no son opciones viables. La congelación se siente como una profunda impotencia porque que la amenaza es tan grande que no se puede huir o pelear, solo sobrevivir.
La clave para sanar es encontrar maneras de recuperar esa sensación de control y agencia, permitiendo que el cuerpo y la mente procesen y liberen la energía atrapada del evento traumático.
El trauma simple no es solo el evento en sí, sino más bien cómo el cuerpo y el sistema nervioso responden a ese evento. Ocurre cuando experimentamos algo que es demasiado abrumador para nuestro sistema nervioso, y no podemos procesarlo adecuadamente. Esto puede ser una situación de peligro, una experiencia de miedo intenso o cualquier evento que sienta como una amenaza a nuestra integridad.
Cuando nos enfrentamos a un evento traumático, nuestro cuerpo entra en un estado de "lucha, huida o congelación". Si no podemos completar esta respuesta de defensa (por ejemplo, no podemos escapar o defendernos), esa energía se queda atrapada en nuestro cuerpo.
El trauma no es tanto sobre el evento, sino sobre la energía atrapada que no se pudo liberar durante el evento. Aunque solo sucedió una vez, el impacto fue tan intenso que el cuerpo quedó "congelado" en esa respuesta traumática. A partir de ahí, cualquier cosa que recuerde al cuerpo de ese evento puede activar una respuesta de estrés similar.
El llamado trauma complejo, trauma crónico o trauma del desarrollo resulta de una exposición continua a experiencias de amenaza o abuso, especialmente durante los años formativos de la infancia. A diferencia del trauma de un solo evento, que es una experiencia puntual, el trauma complejo se acumula con el tiempo, creando una respuesta crónica de estrés en el sistema nervioso.
Al trauma complejo también le llamamos trauma crónico o trauma del desarrollo. Cuando los niños lo experimentan, su sistema nervioso está en un estado constante de alerta o estrés. Esto afecta profundamente la forma en que el cerebro y el cuerpo se desarrollan y funcionan. El sistema nervioso se vuelve hipersensible, y el estado de "lucha, huida o congelación" puede convertirse en la norma, lo que lleva a patrones crónicos de disfunción emocional y fisiológica.
Las respuestas naturales de lucha o huida a menudo no pueden completarse debido a la naturaleza continua del abuso o la negligencia. Esta incapacidad para escapar o defenderse crea una acumulación de energía no resuelta en el cuerpo, lo que puede manifestarse como disociación, hipervigilancia, o patrones de congelación. Debido a que el trauma está tan enraizado en el cuerpo y el sistema nervioso, la curación debe ocurrir a nivel somático. Esto implica liberar gradualmente la energía atrapada, procesar las respuestas incompletas de lucha o huida, y restaurar la capacidad del sistema nervioso para autorregularse.
Este tipo de trauma a menudo ocurre en contextos relacionales, especialmente con cuidadores primarios. Estas experiencias pueden afectar profundamente la capacidad de una persona para formar relaciones saludables en el futuro, debido a la falta de un apego seguro durante la infancia. Los patrones traumáticos aprendidos en estas relaciones tempranas pueden repetirse en la vida adulta.
Comentarios
Publicar un comentario