El gran fraude de la psiquiatría: una jugada de poder global


El DSM no es solo un manual médico.
Es un instrumento de control social, de adoctrinamiento psiquiátrico, para etiquetar, medicar y neutralizar el malestar humano legítimo ante un sistema enfermo. Fue impulsado, directa o indirectamente, por intereses militares, farmacéuticos y corporativos. Desde sus orígenes en el siglo XIX, la psiquiatría no solo se ha ocupado de "curar enfermos" sino también de normalizar la conducta para ajustarla a las necesidades de las clases dominantes. Con el paso de las décadas, su papel se ha sofisticado: a través de manuales como el DSM y mediante la colaboración con la industria farmacéutica, los ejércitos y las agencias de inteligencia, se ha convertido en una herramienta de control social de masas, patologizando comportamientos naturales como la tristeza, el miedo, la ansiedad o la rebelión ante un sistema profundamente enfermo. 

Ya en el siglo XIX, la medicina y el Estado unieron fuerzas para normalizar y controlar las emociones humanas. La psiquiatría surgió ligada a instituciones represivas: hospitales psiquiátricos, manicomios, cárceles, y formas de marginar a los "desviados" (pobres, disidentes, mujeres "histéricas", homosexuales, "rebeldes" al sistema). Michel Foucault en "Historia de la locura" muestra cómo la "locura" fue separada del resto de la sociedad, confinada y medicalizada para proteger los valores del orden burgués, industrial y capitalista. 

El sistema de etiquetado psiquiátrico (DSM) es una creación de la American Psychiatric Association (APA), muy influida por Big Pharma y las agencias de marketing, no por una verdadera búsqueda de bienestar humano. Cada vez que sacan un nuevo DSM, crean más "enfermedades" para justificar más ventas de medicamentos. De hecho, muchos trastornos fueron votados a mano alzada, sin ninguna prueba biológica objetiva.

Este reportaje recoge las pruebas históricas, documentales y testimoniales que demuestran cómo se tejió esta trama de poder.

El Proyecto MK-ULTRA y la implicación de psiquiatras en el control mental

MK-ULTRA fue un programa secreto de la CIA desarrollado entre los años 1953 y 1973, cuyo objetivo era investigar métodos de control mental, manipulación del comportamiento humano, reprogramación de la personalidad, implantación de nuevas identidades o nuevos patrones de pensamiento en seres humanos y borrado de memorias. La existencia de MK-ULTRA se reveló parcialmente gracias a investigaciones del Senado de Estados Unidos en los años 70 (Comisión Church),  demandas judiciales de víctimas y documentos desclasificados mediante la Freedom of Information Act (FOIA). Se utilizaron métodos como la administración de drogas, LSD, mescalina, barbitúricos, hipnosis, privación sensorial, electroshock extremo y, por supuesto, la tortura psicológica. Se descubrió que numerosos psiquiatras, médicos y universidades recibieron financiación encubierta de la CIA, entre ellas la Universidad de Harvard (Henry A. Murray, Theodore Kaczynski - caso relacionado),  la Universidad McGill en Canadá, donde el doctor Ewen Cameron realizó experimentos brutales, la Universidad de Stanford y la Universidad  Cornell University. 

Donald Ewen Cameron (1901-1967) fue uno de los psiquiatras más prominentes de su época. Era presidente de la Asociación Psiquiátrica Americana (APA), la Asociación Canadiense de Salud Mental y la Asociación Mundial de Psiquiatría. Fue financiado directamente por MK-ULTRA a través del "Subproject 68", realizando experimentos en los hospitales Allen Memorial de Montreal a través de técnicas de Depatterning, psychic Driving y terapias de aislamiento, con las que mantener a pacientes inconscientes durante semanas. Los resultados fueron miles de personas permanentemente dañadas, sin memoria, sin identidad e incapaces de funcionar socialmente.

El proyecto MK ULTRA de la CIA buscaba sistemas de "lavado de cerebro" que pudieran ser usados en prisioneros de guerra para crear dobles agentes infiltrados, disidentes políticos y líderes sociales incómodos a los que curar sus disidencias polticas e ideologicas, asi como a poblaciones enteras en operaciones encubiertas a las que implantar obediencia a nuevas órdenes y  regímenes. En su lógica de Guerra Fría, querían poder "resetear" la mente de cualquier enemigo y reprogramarlo. Lo que Cameron proponía —y fracasó estrepitosamente— era crear una especie de "mente nueva" borrando todo el contenido anterior. Lo más importante es que no era simplemente investigar técnicas de curación, sino buscar formas de dominación mental total, con el objetivo de crear seres humanos obedientes, sin voluntad propia y que pudieran ser usados políticamente. Lo que se consiguió fue sentar las bases de muchas de las prácticas encubiertas de control psicológico que siguen existiendo hoy. MK-ULTRA no fue un experimento aislado: hubo más de 150 subproyectos similares en universidades, hospitales y laboratorios de EE.UU., Canadá y Europa.

Ewen Cameron fue reclutado por la CIA porque ofrecía técnicas que, supuestamente, podían "deconstruir" y "reconstruir" la mente humana. Su “innovación” principal consistía en dos técnicas brutales. Por un lado, la llamada  Depatterning (Desprogramación total), que utilizaba electroshocks muy intensos (hasta 30-40 veces más intensos que los estándares médicos de la época). Combinaba esto con altas dosis de drogas como LSD, curare (paralizante) o barbitúricos e inducía a los pacientes a un estado de regresión total en donde perdían sus recuerdos, su identidad y su sentido del yo. El resultado fue que las personas quedaban como bebés, sin memorias, sin capacidad crítica y sin voluntad. También utilizó la técnica conocida como Psychic Driving (Implantación de nuevas ideas), con la que, una vez "borrada" la mente de la persona, Cameron repetía grabaciones de audio durante horas o días con mensajes como “usted es una persona feliz”, “usted no cuestiona a la autoridad”, “usted sigue las reglas”, etc. Estas sesiones duraban semanas, incluso mientras los pacientes estaban en estados semi-comatosos. Todo esto se realizaba a pacientes ingresados por motivos menores como depresión postparto, ansiedad, estrés leve, incluso problemas familiares, por lo que nnguno de ellos dio consentimiento informado para estos experimentos. Como resultado, muchas víctimas perdieron permanentemente sus habilidades cognitivas, otros murieron y otros vivieron en instituciones hasta el final de sus vidas. Una de las víctimas más conocidas fue Jean Steel, quien fue ingresada por depresión leve y salió incapacitada mentalmente para el resto de su vida.

Ewen Cameron no fue un loco suelto. Formaba parte de toda una red de financiación, protección y encubrimiento por parte de élites globalistas. Estudió medicina y psiquiatría en Escocia y Alemania y se interesó en técnicas de tratamiento "de choque" de enfermedades mentales. En 1943 se traslada a Canadá para dirigir el Allan Memorial Institute, afiliado a la Universidad McGill en Montreal. Se convierte en asesor de la ONU en temas de salud mental y en líder de la Asociación Mundial de Psiquiatría. Sus ideas influenciaron programas internacionales de "salud mental comunitaria", llevando sutilmente el enfoque de despersonalización y medicalización masiva del malestar social. Ya en esta época se mostraba obsesionado con la "reingeniería de la mente humana" para construir una "sociedad mejor". Para la década de los 50, la Fundación Rockefeller financiaba parte de sus investigaciones y fue a partir de entonces que empezó a experimentar con electroshocks, aislamiento sensorial, terapia de drogas (como LSD) y la técnica de psychic driving. 

En 1953 la CIA lanza oficialmente el Proyecto MK-ULTRA (autorizado por Allen Dulles, director de la CIA), bajo la División de Inteligencia Científica y fue entonces cuando comenzó a financiar a Camaron a través de una organización fachada llamada The Society for the Investigation of Human Ecology. Esta fachada pagaba "becas de investigación" a científicos que ignoraban (o preferían no saber) que el dinero venía de la CIA. Poco después de publicar su teoría sobre el "De-patterning" en varias revistas científicas, la CIA corta la financiación al ver que los resultados son desastrosos (los pacientes no eran reprogramados, sino destruidos mentalmente). Tuvo una muerte sospechosa aunque oficialmente se atribuyó a un infarto.

La Redacción del DSM-III: Robert Spitzer y la transformación de la psiquiatría

Antes del DSM-III (1980), la psiquiatría americana era heterogénea. Existían corrientes psicoanalíticas, humanistas y  existenciales. Se hablaba de la importancia de la cultura, el trauma o el sentido de vida. Pero con el DSM-III, redactado bajo la dirección de Robert Spitzer, todo cambió y se impuso una visión puramente biologicista y farmacológica de la mente humana. Se abandonaron las explicaciones profundas para enfocarse en listas de síntomas, se promovió la idea de que los trastornos eran enfermedades físicas sin pruebas objetivas y se sentaron las bases para la prescripción farmacológica masiva. Como resultado, se multiplicó el número de trastornos mentales, se eliminaron referencias al contexto social, cultural y económico del sufrimiento y se creó un modelo "de diagnóstico rápido" para vender tratamientos farmacológicos estandarizados. La prueba histórica la tenemos en que el DSM-III fue elaborado bajo la presión de grandes farmacéuticas como Eli Lilly, Pfizer y GlaxoSmithKline, quienes financiaron investigaciones destinadas a validar nuevas categorías diagnósticas (por ejemplo, el "trastorno depresivo mayor" como entidad separada de la tristeza humana normal). 

Una Cita reveladora de Robert Spitzer (años después) fue: "Sabíamos que estábamos creando categorías que podían ser criticadas, pero había que hacer avanzar la psiquiatría en una dirección más médica, más respetada, más poderosa".

En otras palabras: no buscaban verdad clínica, sino prestigio y poder. 

Los causantes de financiar y promover esta transformación, según documentos internos, fueron los laboratorios farmacéuticos, que patrocinaban conferencias, estudios clínicos y eventos de la APA (American Psychiatric Association), así como la industria farmacéutica, que necesitaba ampliar el mercado de consumidores de psicofármacos como ansiolíticos, antidepresivos y antipsicóticos. Según un estudio publicado en The New England Journal of Medicine en 2006 más del 50% de los autores del DSM tenían conflictos de interés financieros directos con laboratorios farmacéuticos. 

Históricamente, el poder ha utilizado el diagnóstico psiquiátrico para silenciar a disidentes políticos, neutralizar a activistas y etiquetar como "enfermos" a quienes desafiaban el statu quo. Sirvan como ejemplos los descritos a continuación. En la URSS, opositores como Anatoly Koryagin fueron diagnosticados como esquizofrénicos "lentos" para justificar su encarcelamiento. En Occidente, el DSM permitió internamientos forzados y medicación obligatoria de "subversivos", jóvenes rebeldes, minorías raciales y otros "elementos desadaptados". En EE.UU., en los años 60-70, varios movimientos sociales fueron infiltrados y fragmentados mediante programas de psiquiatrización y se diagnosticaron a opositores sociales con "desórdenes de personalidad antisocial" o "paranoia política".

El DSM ha ido ampliando cada vez más sus categorías. Por ejemplo, el trastorno de oposición desafiante convierte la rebeldía infantil en una "enfermedad", el trastorno de ansiedad social patologiza la timidez o el trastorno de déficit de atención (TDAH) convierte la falta de interés por el sistema escolar aburrido en "enfermedad neurobiológica". Cada "nuevo trastorno" ha significado nuevos medicamentos, nuevos mercados y más control sobre las conductas desviadas.

Debemos tener en cuenta que el DSM (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) no nació como una herramienta científica neutral.
Desde su primera edición en 1952, fue un instrumento político, no médico, diseñado para clasificar conductas humanas bajo etiquetas clínicas, patologizar fenómenos sociales y culturales y normalizar ciertos comportamientos como "saludables" y otros como "anormales". La encargada de crear el DSM fue la Asociación Americana de Psiquiatría (APA), una organización que desde sus orígenes ha tenido fuertes conexiones con intereses gubernamentales, militares e industriales. Un dato clave es que durante la Segunda Guerra Mundial, la psiquiatría militar estadounidense desarrolló manuales para detectar “anormalidades” en los reclutas (trastornos de ansiedad, estrés de combate, homosexualidad, etc.) y el primer DSM fue una adaptación civil de esos manuales militares.

Si algo ha hecho el DSM es normalizar estructuras de poder injustas. Por ejemplo, si te sentías alienado en el trabajo o cuestionabas la autoridad, podías ser etiquetado de "trastorno de oposición desafiante". Además, se ha encargado de individualizar el sufrimiento colectivo. En lugar de reconocer que el sistema económico o político genera enfermedad mental, el DSM enseña que el problema está en el individuo.

Cita clave de Thomas Szasz (psiquiatra disidente, autor de "El mito de la enfermedad mental"):

 "La psiquiatría es, fundamentalmente, una herramienta de control social disfrazada de ciencia médica".

El DSM-5: la explosión de la patologización moderna

El DSM-5 (publicado en 2013) profundizó esta tendencia impulsando criterios de diagnóstico aún más amplios. Por ejemplo, el duelo normal después de la muerte de un ser querido puede ser ahora etiquetado como "depresión mayor" si dura más de dos semanas. Se inventaron nuevos trastornos como el "trastorno de acumulación" (hoarding disorder) o el "trastorno por atracón". Todo esto lleva a un enfoque aún más farmacológico porque cada nueva etiqueta abre mercado para nuevos medicamentos.

Datos económicos: 

El mercado global de medicamentos psiquiátricos supera los 100.000 millones de dólares anuales.

Grandes farmacéuticas patrocinaron a más del 70% de los "expertos" que redactaron el DSM-5 (esto está documentado en investigaciones como la de la periodista Whitney Webb y en estudios del British Medical Journal).

El propio Dr. Allen Frances, presidente del comité del DSM-IV dijo:  "El DSM-5 convertirá en enfermos mentales a millones de personas normales y sanas".

Todo lo expuesto nos lleva a comprender que el DSM funciona como una herramienta de domesticación social, empujando a las personas a aceptar medicamentos, tratamientos y diagnósticos que las adaptan al sistema, en lugar de cambiar el sistema. El malestar humano, en lugar de ser un reflejo de problemas estructurales (desigualdad, alienación, pérdida de sentido, violencia sistémica), ha sido medicalizado.

El DSM no clasifica enfermedades. Clasifica formas de disidencia. No es ciencia. Es control social bajo la apariencia de ciencia.

Aintzane Castillo 

Fuentes consultadas:

MKULTRA: The CIA's Mind Control Program", Audiencias del Senado de los EE.UU., 1977. Documentos desclasificados en 2001.

Reporte oficial de la Comisión Church (1975).

"The Search for the Manchurian Candidate" de John Marks (libro basado en documentos FOIA).

Horwitz, Allan V. "Creating Mental Illness" (University of Chicago Press, 2002).

Frances, Allen. "Saving Normal" (uno de los psiquiatras que participó en el DSM-IV critica el DSM-III y el DSM-5).

Jonathan Metzl, "The Protest Psychosis: How Schizophrenia Became a Black Disease" (libro que documenta cómo se utilizó la etiqueta de esquizofrenia para criminalizar a la comunidad afroamericana activista).

"The CIA Doctors" de Colin A. Ross.


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